I. La Noche de Nuestra Vida (Capítulo III)

...pero a la vez tan fascinante... y es que si teníamos algo en común era que a los dos nos apasionaba la aventura, y nos propusimos encontrar a aquel hombre de alguna forma, aunque ambos teníamos el presentimiento de que aquello era algo prácticamente imposible, pero aquel hecho sin duda había marcado nuestras vidas.

Ya se acercaba la hora de facturar las maletas, eran casi las 4:00 y su vuelo salía a las 6:30, asique subimos a la planta de arriba y buscamos el mostrador de Iberia donde emitían su pasaje; y ahí estábamos los dos, tras habernos deshecho de las maletas y con algo más de dos horas por delante hasta que su avión saliese, aunque ella tendría que pasar el control bastante antes, pues su puerta de embarque se encontraba en el edificio Satélite y hay unos 25 minutos de interminables pasillos y escaleras además de un monorraíl.

Nos entró hambre así que decidimos ir a una cafetería a comer algo, después pasamos por una de esas tiendas de los aeropuertos donde venden de todo y estuvimos riéndonos un rato con las revistas, los peluches, y las figuritas que vendían, pero algo llamó mi atención... un llavero de acero que llevaba grabada una frase "Quizá el tiempo pase lento, pero te estaré esperando", aproveché que ella estaba distraída con los libros para comprárselo, lo guardé en mi bolsillo y volví con ella disimuladamente y de nuevo allí entre estantes repletos de cosas, sin decirnos ni una sola palabra nos miramos a los ojos y ambos esbozamos una sonrisa, cuanto más la miraba más convencido estaba de que aquella chica era la persona más encantadora que había conocido.

Miré a través de las grandes cristaleras que daban a la calle y ya estaba amaneciendo, el tiempo había pasado por delante de nosotros sin apenas darnos cuenta; salimos de aquella tienda y nos dirigimos hacia el control policial, ya se acercaba el final de aquella bonita velada, mientras esperábamos en la fila... -he pasado la mejor noche de mi vida, gracias por todo- me dijo y mirándonos a los ojos... -gracias a ti por hacer que mi vida cobre sentido- le respondí y en ese instante nuestros labios se fundieron en un tímido beso, mi corazón parecía latir a mil revoluciones por minuto; aquel instante era mágico, mis labios rozándose con los suyos, mis brazos rodeándola mientras los suyos yacían sobre mi pecho... sin duda aquello hizo que mi vida valiese la pena... Tras el beso, nos miramos a los ojos en silencio y nos abrazamos sabiendo que la despedida cada vez era más inminente...

CONTINUARÁ...

Raúl Tébar

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