Hace no mucho tuve la increible oportunindad de ir al desierto; hasta ahora solo lo había visto en fotos y por televisión y uno no se imagina lo impresionante que puede llegar a ser. Supongo que igual de impactante que puede resultar para alguien que vive en el desierto, poder ver el mar por primera vez.
Se apagan las luces.... tan solo se escucha el tic-tac del reloj, una última mirada hacia atrás... todo está en calma. El leve destello de los rayos del sol al amanecer me dejan ver mi pequeño rincón de soledad, se cierra la puerta.... es hora de empezar esta nueva aventura.
Hace tan solo dos días que terminó la Campus Party y no he dejado ni un solo instante de recordar todos los momentos que allí compartimos todos los voluntarios y coordinadores. Recuerdo cuando llegamos al museo el primer día, tímidos sin conocer a nadie, con miedo de no saber que íbamos a encontrarnos; pero poco a poco fuimos haciéndonos una piña, cogimos confianza, nos cogimos cariño y construimos juntos un sentimiento que siempre llevaremos dentro... La Marea Morada.
Es sábado por la noche muchos participantes se han marchado ya y otros lo harán mañana por la mañana, los voluntarios seguimos aquí al pié del cañón quemando las últimas energías que nos quedan e intentando aprovechar todo el tiempo que nos queda para estar juntos ya que no sabemos cuándo volveremos a vernos.
Y muchos os preguntareis... ¿qué es esto del Campamento Vinagre? Pues voy a explicároslo intentando haceros sentir ese sentimiento de pertenencia al Campamento Vinagre.
Cuando levantamos el campamento surgió una pequeña "plaza" rectangular formada por las tiendas de campaña de algunos de los voluntarios (entre los que estaba yo), tímidos al principio y sin conocernos todos los que allí compartíamos ese trocito de parking emprendimos el camino hacia un nuevo día durmiendo en nuestras tiendas, algunos con medio cuerpo fuera, otros totalmente cerrados dentro.