... -la verdad es que me encantaría no estar sola- contestó esbozando una pequeña sonrisa; le ayudé con las maletas y nos dirigimos hacia mi coche; una vez estuvo todo cargado nos montamos y pusimos rumbo al aeropuerto.
Eran casi la 1:00 de la mañana y estábamos a medio camino del aeropuerto, durante el trayecto me contaba cosas sobre su vida, a que había estado dedicándose, que estudiaba, sus gustos... la verdad que aquella chica me parecía ahora aún más fascinante, lo único que lamentaba era no poder mirarla a los ojos mientras me hablaba, ya que a pesar de que el tráfico no era muy denso, requería mi atención.
Llegamos enseguida, aparcamos el coche en el aparcamiento E de la Terminal 4 de Barajas y nos sentamos en el suelo a esperar ya que aún no podíamos embarcar las maletas, era demasiado pronto.
Continuábamos hablando, ahora me tocaba a mi contarla cosas sobre mi vida, mientras me escuchaba atenta mis ojos no se apartaban de los suyos, eran tan intensos y profundos que podía perderme en ellos y como era de esperar perdí la concentración un par de veces.
-Gracias por estar aquí conmigo- me dijo rompiendo un silencio que hacía un rato se había producido, -es para mí un placer estar con una chica como tú- la contesté, por un momento nuestros labios parecieron aproximarse tímidamente, pero al igual que ocurre en las mejores películas justo en el último instante pasa algo que evita que aquel mágico momento se haga realidad, y allí estaba aquel hombre de mirada penetrante y ropas harapientas pidiéndonos caridad, le dimos unas pocas monedas sueltas que llevábamos y aquel hombre agradecido no dio un papelito doblado y se marchó, nos miramos extrañados pensando en qué podría contener aquel pedacito de papel doblado en el que se advertían unas letras al trasluz, lo abrimos y parecía ser un pequeño poema manuscrito con un estilo de letra bastante antiguo, -déjame que yo lo lea- me dijo, -claro que sí- la contesté esperando escuchar su dulce voz.
Una noche estrellada
y una luna que en lo alto brillaba,
eran testigos de lo que allí pasaba.
Un amor comenzaba,
dos jóvenes su primera noche pasaban
y hasta volverse a ver mucho tiempo quedaba.
Sus vidas marcadas
por un flechazo ahora estaban
y no sabían lo que el futuro les deparaba.
Aquel poema parecía describir esa pequeña fracción de nuestra vida que habíamos comenzado hacía unas horas, nos quedamos paralizados, mirándonos el uno al otro pensando si aquello era cosa de brujería o es que realmente el destino estaba escrito. Intentamos encontrar a aquel hombre que nos dio el poema, pero no le veíamos por ningún lado, preguntábamos a las personas que había por allí y a los guardias de seguridad pero nadie le había visto, todo aquello era tan extraño...
CONTINUARÁ...
Raúl Tébar