I. La Noche de Nuestra Vida (Capítulo I)

Había caído la tarde hacía ya un par de horas, los aspersores comenzaban a refrescar la recién cortada hierva que poblaba el parque, ese olor a naturaleza húmeda llenaba mis pulmones y despertaba mis sentidos, caminaba sin rumbo, el estrés de los exámenes y mi penosa vida sentimental me habían obligado a abandonar mi habitación para salir a despejarme, a recapacitar sobre mi vida y allí me encontraba yo, admirando entre los árboles el estrellado universo que había sobre mi cabeza, intentaba identificar las constelaciones, -eso parece el cinturón de orión- me dije a mi mismo, -y esa luz brillante es marte apunto de ocultarse por el horizonte- pero una hermosa luna llena se hacía dueña de la noche, aunque no era la luna lo que más brillaba aquella noche en el parque... en un banco próximo estaba ella, una preciosa chica de ojos claros, su cabello largo mecido por la suave brisa tapaba sus dulces labios, aquella chica me había cautivado con su sola presencia, -¿quién sería aquella chica?- me preguntaba constantemente, nunca la había visto por el barrio, jamás podría olvidar una chica así, pero como era de esperar ella no iba a estar allí sentada en aquel banco toda la noche, ni yo iba a poder detener el tiempo para que aquel instante durase eternamente...

Al poco rato se levantó y vi como poco a poco iba despareciendo, -ya se marchó y se va con ella mi corazón- pensé; aquello parecía el final de un amor fugaz que había pasado ante mis ojos en tan solo unos instantes, pero no podía quedarme sin saber al menos como se llamaba la chica que había atravesado mi corazón. Salí corriendo por donde ella se había marchado, pero no lograba verla por ningún sitio, miraba a todos lados y no había rastro de ella, era como si se hubiera desvanecido, buscaba y buscaba, hasta que por fin decidí darme por vencido, -era un ángel- me dije de regreso a casa, triste por no haber podido preguntarla su nombre.

Llevaba media hora caminando, cansado por la carrera que me había pegado mientras la buscaba, pero ya estaba a punto de llegar a mi casa cuando al girar la esquina de mi calle, allí estaba ella, saliendo del portal de enfrente, cargada con una maleta, una mochila y dos bolsas, con todo ello a cuestas intentaba mantener la puerta abierta para poder salir.

Sin dudarlo ni un solo instante corrí hacia ella para ayudarla, -gracias- me dijo, su dulce voz hipnotizó mis cinco sentidos, tenía la voz más bonita que jamás había escuchado, -¡sí que vas cargada!- la dije, una tímida sonrisa dibujó su cara mientras se daba media vuelta para marcharse, y mientras veía como se alejaba de nuevo, la pregunté -¿puedo saber tu nombre?- giró su cara y nuestras miradas se chocaron, durante unos instantes nos miramos fijamente, en ese momento un intenso hormigueo recorrió todo mi cuerpo, -¿qué más da como me llame? posiblemente nunca más volvamos a vernos...- me dijo con una voz triste y apagada, -¿te vas muy lejos?- la pregunté -si, al amanecer cojo un avión a Japón, mis padres se han mudado allí y yo tenía que terminar unas cosas aquí por eso llevo un par de semanas viviendo en casa de mi abuela- me dijo ella con la tristeza de quien deja una vida atrás para comenzar otra muy lejos de casa. -Permíteme pasar contigo tu últimas horas, yo puedo llevarte al aeropuerto, así al menos... no estarás sola- pregunté con miedo a que me dijera que no... transcurrieron unos segundos en silencio, que para mí se hicieron eternos mientras esperaba su respuesta...

CONTINUARÁ...

Raúl Tébar

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